viernes, 18 de mayo de 2012

EL CLUB DE LA MASILLA


A los políticos les gustan mucho las cifras, sobre todo si pueden malearlas. A mí me recuerdan (los políticos) un libro que leí en su momento “Los muchachos de la calle Pál”; una de esas joyas, en este caso de la literatura juvenil, por las que el tiempo no pasa. En la historia, una serie de muchachos crean lo que llaman “El Club de la Masilla” entre cuyas funciones principales se encuentra la de masticar una bola de masilla. Como muchos no lo habréis leído, rescato para vosotros un extracto del libro:

[…] — Toda esta masilla la han juntado los asociados, dijo, y el comité me encargó que la custodiara. Antes, la guardaba Kolnay porque era el tesorero, pero se le secaba porque no la masticaba.
— ¿Pero es que hay que masticarla?
Sí señor, porque sino se endurece y ya no se puede amasar. Yo la mastico todos los días.
— ¿Y por qué te toca masticarla a ti?
— Los estatutos del Club de la Masilla dicen que el presidente del club está obligado a masticar la masilla por lo menos una vez al día, para que no se endurezca... 

Y esto mismo hacen (los políticos) con las cifras. Las mastican, las amasan, las moldean, se las pasan unos a otros con la encomienda de masticarlas, y todo con el objetivo de que no se sequen ni se endurezcan. Porque si eso pasa, las cifras se quedan simplemente en números. Y si se observan descarnadas no impresionan, no generan mensajes ambiguos, no sirven a sus propósitos. No hay nada más inútil que unas cifras desnudas. 

Cuando vemos publicadas cifras sobre consumo cultural, y en concreto sobre asistencia a museos, nos vemos obligados a soportar el aplastante peso del guar(r)ismo, sin que se haya hecho ningún examen objetivo sobre las mismas. Y esto último, el aceptar las cifras según nos las dan, es tanta culpa de quien las ha regurgitado como de los polluelos que nos las comemos sin mirar. De ahí que ellos (los políticos) hagan guar(r)erías con las cifras.

Ellos (los políticos) no mastican masilla por ignorancia, insolvencia o desinterés, que también, sino porque la medida de sus actos es cuatro años, y por tanto su espectro de visión se reduce mucho. Así que es habitual ver noticias que rezan “el museo de la palangana ha tenido XXX mil visitantes desde su apertura hace 3 años” o “el museo de la palangana alcanzó XXX mil visitantes durante el último año y medio”, o lo que es mejor “el museo de la palangana es el museo de palanganas más visitado de la nación/región/ciudad” (como si hubiera más de uno, claro). Todas estas expresiones muchas veces pretenden camuflar que ese museo en concreto ha perdido visitantes de un año para otro, o que no ha alcanzado las expectativas deseadas, o simplemente se usan para adornar como un trofeo la gestión que han realizado; o lo que es peor, como recurso informativo para un período vacacional o para lucir palmito en fechas señaladas como el Día Internacional del Museo.


Esto no tendría mayor importancia si no fuera porque ellos mismos (los políticos) asocian las cifras de visitantes con el ejercicio presupuestario correspondiente, y no las asocian con la calidad de la visita (perfectamente mensurable), ni con el servicio público que se presta, ni con el valor cultural que se genera. Si les preguntas dirán que son indicadores del número de ciudadanos a los que se ha atendido; pero no les creas pues ellos (los políticos) albergan el íntimo y lúbrico afán de que las cifras sean votos.

Éstos (los políticos) están contentos porque “las cifras cantan” y “avalan su gestión”, porque nadie les ha preguntado a la cara cuál es la proporción, en euros, entre el número de visitantes y la inversión realizada, porque nadie distingue entre visitantes y visitas (salvo cuatro raros), porque han predicado que cada visitante deja muchos euros de media en su localidad y todos el mundo lo ha aceptado sin comprobarlo, porque las entradas gratuitas no se auditan y pueden escamotearse tacos completos de entradas, porque cuentan a los visitantes dos y tres veces sin que nadie se dé cuenta, porque entre los visitantes se coló algún inmigrante o colectivo desfavorecido y engrosa el programa social, porque a veces entran escolares a los museos y cuentan para el programa educativo...

La pervivencia de estos modelos de comportamiento seguramente esté favorecida por la falta de transparencia sobre las instituciones museísticas, pero no solamente por esta carencia, sino porque la tutela de los centros museísticos ha heredado formas de actuar que probablemente eran adecuadas hace cuarenta años. Sin embargo en la actualidad debemos renovarlas y dar al museo la dimensión social que se demanda a diario en la Red, y debemos ser los profesionales quienes recojamos ese mensaje y lo defendamos en todo nuestro trabajo diario.

Yo estoy dispuesto y te invito a hacer lo mismo bajo la inspiración de estas palabras de G. H. Rivière (1975) que, a pesar de los años transcurridos, siguen vigentes:

“El éxito de un museo no se mide con el número de visitantes que recibe, sino en el número de visitantes a los que enseña algo. Tampoco se mide con el número de objetos que exhibe, sino con el número de objetos que han podido ser percibidos por los visitantes dentro de su entorno. No se mide tampoco en su extensión, sino en la cantidad de espacio que el público habrá podido recorrer razonablemente para obtener un provecho real. 

Esto es lo que es un museo. Si no, no es más que un matadero cultural”.

martes, 15 de mayo de 2012

NOSOTROS Y LOS MUSEOS 18 *


Cuando YO era pequeño mayo era siempre el mes de las flores y de María. Siempre ha sido mi mes preferido porque tuvo la fortuna de verme nacer y de hacerme Tauro, y porque en mayo también me han pasado otras cosas, civiles y militares, pero que ahora no vienen al caso.

Con los años descubrí que en ese mes también se homenajeaba a otros sujetos tan importantes como las madres o las flores. A algunos de ELLOS los descubrí por revelación, como el Día del Trabajo, y a otros los conocí por ósmosis y convicción, como el Día Internacional del Museo.

El Día Internacional del Museo es un sarao que nos hemos inventado los museólogos para que VOSOTROS, los esforzados visitantes del museo, vengáis a visitarnos en condiciones favorables y disfrutéis de actividades excepcionales en un breve espacio de tiempo. Viene a ser un abrazo simbólico entre la institución y los usuarios, y tan bien ha resultado que con el tiempo hemos extendido el día a toda la semana en torno al 18 de mayo, que fue la fecha elegida en 1977 por el Consejo Internacional de Museos para concretar el evento.

A los profesionales de los museos nos gustaría que TÚ vengas a vernos durante esa semana. Nos da igual a qué museo vayas, no somos antojadizos. Sabemos que vas cuando puedes, cuando te apetece, cuando te llevan, porque toca, de casualidad, nunca, frecuentemente y con frecuencia, en compañía o a solas…, pero en esa semana tenemos un particular interés. Durante esos días sentiremos más satisfacción por trabajar en el museo, porque sabremos que vas a visitarlo por NOSOTROS, porque aprecias nuestro trabajo y porque hemos conseguido hacerte comprender que ÉL no está hecho solamente de edificios y bellas carcasas, sino de contenidos que construimos entre todos.

Una última cosa. Anualmente elegimos un lema para configurar el Día Internacional del Museo en torno a las actividades propuestas. El lema para 2012 es “Museos en un mundo cambiante. Nuevos retos, nuevas inspiraciones”. Así que  te propongo un reto: Castilla y León tiene más de 350 museos. ¿Cuántos conoces?


*Colaboración originalmente publicada en "la flor de la canela" Boletín Cultural de Castilla y León, nº 3, mayo 2012.

martes, 8 de mayo de 2012

#takeasmile :) y reparte


Al Museo del Libro Fadrique de Basilea le debo una visita, porque hace tiempo que estoy interesado en verlo, y le debo un post en este blog, pero no éste que ahora lees sino otro que tengo a medio escribir desde hace tiempo. El problema es que no quiero rematarlo hasta que no haga la visita, y ésta se demora. En fin, un lío que debo resolver a no tardar mucho. Todo se andará.

Lo que tengo claro es que el día que lo visite, lo primero que encontraré al cruzar el umbral de su puerta será una sonrisa, y que cuando me vaya seré yo el que la lleve puesta. Y no lo digo porque acaban de empezar una de las iniciativas que más ilusión profesional me ha generado en los últimos años, sino porque se vislumbra un trasfondo de alegría en todo lo que hacen. Se trata de alegría por el trabajo bien hecho, por transmitir conocimiento, por sumar museos (como a ellos les gusta decir), por situar a su museo, y a la ciudad de Burgos, en un lugar destacado de la vitrina cultural de nuestro país, por poder decir con orgullo “me gusta mi trabajo, y me gusta gracias a ti”.

Todos llevamos varios años soportando una pesadumbre continua. En casa, en el trabajo, en el supermercado, durante los trayectos, incluso durante nuestro tiempo de ocio. Es una sombra de preocupación, de angustia, de ira, de desánimo…; me sobran los adjetivos, como a cualquiera. Y desde un pequeño museo, en una pequeña ciudad, de un país pequeño, ha surgido una miríada de sonrisas fabricadas, una por una, con esfuerzo, ilusión y cariño. Ya no temo a la crisis, tengo argumentos para combatirla.



El Museo de Libro está, no lo dudes, entre los modelos museísticos que todos deberíamos seguir; al menos en lo que en el trato al visitante se refiere. Supongo que hay otros museos que están a su altura, o por encima, o por debajo, pero éste se caracteriza porque todas las personas que trabajan en él procuran, y están consiguiendo, que el Museo del Libro sea parte importante de nuestras vidas; aunque no lo hayamos visitado todavía.

Y eso tiene mucho mérito.