jueves, 12 de mayo de 2016

Sobre museos, libros y preciosos recuerdos


Hoy se celebra en Twitter el Museum Memories Day (#MusMem), un evento global creado para rememorar o recordar momentos inolvidables en museos. La verdad es que es uno de tantos eventos tuiteros, pero a mi me sirve como excusa para sumarme a la propuesta con una entrada al blog. ¡Que me apetece, oiga!

Para encontrar mi primer recuerdo de museos no tengo que hacer una búsqueda imperiosa en el Minroud de Yor, ni abordar un registro arqueológico con harrisiana precisión. De hecho, tengo varios recuerdos para escoger porque en mi memoria se suceden abundantes visitas museales que, por suerte, están asociadas a la felicidad de mi infancia. La mayoría de esas escenas se desarrollan en Madrid, pues mis padres me llevaban a la revista familiar (dícese abuela) una o dos veces al año, y cada uno de esos viajes traía la visita a un museo. Me quedan de entonces maravillosas imágenes de altas estanterías de madera repletas de fósiles y especímenes en el Museo Nacional de Ciencias Naturales o de inacabables maquetas, imponentes panoplias y solemnes estandartes en el Museo del Ejército.

Como todos los padres, pero sobre todo los de los tardíos sesenta y lo tempranos setenta, los míos estaban obsesionados con proporcionarnos medios, conocimientos o recursos, que nos permitieran “labrarnos un futuro” y hacernos “hombres o mujeres de provecho”, como se decía antes. El objetivo era simple y sin adornos, casi un ejercicio de resistencia: que tuviéramos una vida mucho mejor que la suya, con mejor perspectiva económica, pero sobre todo más libre e independiente.

En esa dinámica mis hermanos y yo hemos podido disfrutar de muchas cosas pero, de entre las más relevantes (más allá del cariño recibido, o inculcarnos un espíritu de superación o la honradez como principios fundamentales), destaco la posibilidad de tener todos los libros que pudiéramos leer y aquellas experiencias en grandes museos madrileños. Aquellos dones se concretaron en una permanente afición por la lectura y una de mis mayores satisfacciones: mi trabajo. No sé si aquellas visitas fueron una semilla en un ánimo predispuesto o si fueron el abono que esa simiente necesitaba, pero me gusta pensar que mi elección de estudiar arqueología y mi actividad como conservador de museos empezaron a forjarse en aquellos años. Mi madre quiso corregir esta deriva años después insistiendo en que estudiara Derecho, que era lo que estaba de moda porque parecía comportar un porvenir seguro, pero por suerte no hice caso… Aunque esa es otra historia.

"Los padres del artista", Otto Dix (1891 -1969). Foto encontrada en http://ow.ly/4nsb5N

Con el tiempo la evocación de estas imágenes se ha mezclado con otras nostalgias y en el proceso se han sublimado maravillosas asociaciones de museos y libros. ¿Acaso aquél viaje a Madrid en tren que duraba tres horas y media no era tan eterno como las miles de verstas siberianas que recorría Miguel Strogoff? ¿O el Museo de Ciencias Naturales no era lo más parecido, según la imaginación de un niño, al “Viaje al Centro de la Tierra”? ¿Es que las armas expuestas en el Museo del Ejército no eran las mismas que se usaban en las batallas de “Guerra y Paz”? 

Para mi suerte, entre museo y museo y hasta que empecé a visitarlos por mi voluntad, también encontraba patrocinio informativo en mi propia casa. No me faltaban recursos librescos en obras de gran formato como el entrañable “Maravillas del Mundo” editado por el Círculo de Lectores, en la cita periódica con el Selecciones del Readers’s Digest o en diversas enciclopedias y obras de referencia entre las que se encontraban, como joyas de la corona, los veintitantos volúmenes del SUMMA ARTIS. En definitiva, los libros me llevaban a los museos y los museos a los libros.

Casualmente hoy celebro también mi quincuagésimo natalicio y, ley de vida, ya no tengo a mis padres. Hace exactamente 50 años que me vieron la pinta y añadieron, a las que ya tenían, la responsabilidad de cuidarme y educarme. Creo que lo hicieron co-jo-nu-da-men-te.

Sin duda uno de mis mejores recuerdos hoy es que mis padres me dejaron su cariño, los museos, los libros y los preciosos recuerdos.

Gracias Mamá. Gracias Papá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario