Provengo de una concepción del profesional de museos que no
ha variado demasiado desde el Real Decreto de 1867 donde se creaba, dentro del
Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, la Sección de Anticuarios,
configurándolos como «conservadores peritos
en el difícil arte de clasificar, interrogar e interpretar el testimonio, mudo,
pero tan luminoso como irrecusable, que prestan las medallas y monedas, los
monumentos y los objetos de la industria y del arte de los tiempos que pasaron».
Una idea del profesional de museos propia de un mundo eminentemente académico,
en el que había pocos museos, generalmente públicos, y en los que prácticamente
sólo existía ese perfil. Hasta hace relativamente poco tiempo no hemos empezado
a tomar conciencia en España de que las funciones del museo deben ser ejercidas
según criterios profesionales: aun así muchos museos públicos sobreviven con la
figura del conservador-Leonardo y los privados han adoptado su propio y
particular aparato profesional. Así que nadie ha necesitado, y pocos han demandado,
que se definan los perfiles y las competencias profesionales en los museos. Y
es que a lo mejor no interesa pues de la indefinición se nutren el intrusismo y
la discrecionalidad.
Museo de León en 1934 (foto procedente del Portal de Museos de Castilla y León. Autor Winocio). |
Aceptamos entonces que las funciones de los museos deben
abordarse con rigor profesional, nacido de la formación, de la experiencia o de
ambas. Si bien esto parece cierto en cuanto a los grandes museos, no es una
dinámica habitual en muchos de los demás museos pues todos conocemos sobrados
casos que demuestran que lo ideal no suele concordar con lo real. Y aunque los titulares de los centros
tuvieran interiorizadas estas necesidades ¿podrían asumir todos los centros
plantillas tales como para tener cubiertas todas las funciones con la firmeza
deseable? Solamente en Castilla y León se calcula que hay más de 400 museos, y
subiendo; muchos de ellos se mantienen con cifras de visitas anuales que a
duras penas sobrepasan las 2.000. De modo que suponiendo que cobren una entrada
media ¿pensamos que sus ingresos serán suficientes para sostener sus gastos
corrientes y de personal, no digamos los de actividad? ¿Con esos recursos es
posible que cuenten con profesionales adecuados? Y en ese caso ¿qué perfil es
el preferible? Tenemos muchas opciones: conservador, pedagogo, historiador, gestor
cultural, economista, dinamizador... ¿Cuál escogemos?
La propia supervivencia de los museos va a depender en el
futuro del modo en que afronten la incorporación de profesionales, del calado
de su formación, de la experiencia que se exija y de cómo sean los incrementos en
las plantillas. Para ello tal vez sea útil disponer de las siguientes herramientas:
- la adopción por parte de los titulares de los centros de un modelo de trabajo colaborativo en red, y en redes, algo ya inevitable hoy en día.
- la configuración de ofertas individuales o confederadas de profesionales que puedan prestar multi/pluri-servicios a los museos y que permitan a éstos la adquisición de productos (administrativos, técnicos, científicos, de asesoría…) en función de sus necesidades.
- la firme definición y promoción de las figuras de alumnos en prácticas, becarios y voluntarios como medio para garantizar su participación en la construcción del museo.
"Colaboración originalmente redactada para la iniciativa #MuseosPro". En este enlace puedes verla, y en este otro se explica qué es #MuseosPro.
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