Tras haber debatido en #MuseosPro sobre los perfiles
profesionales y sobre su formación, llegamos al necesario punto de analizar las
oportunidades laborales que en la actualidad encuentran quienes aspiran a
trabajar en un museo.
A priori da la sensación de que son muy escasas, pero por el
contrario hay miles de museos en España y muchos de ellos se han abierto en los
últimos tiempos (para muestra, en torno al 28% de los museos se han creado
desde el año 2000, según la Estadística de Museos y Colecciones Museográficas2012; aunque es un recuento que hay que tomar con cautela).
Entonces ¿cómo están accediendo los profesionales a los
puestos de trabajo que se están generando? ¿Y lo están haciendo a los puestos
para los que están cualificados? Es más ¿el intrusismo, que lo hay, es una
constante o es una cuestión accidental? Y por otra parte ¿se da la difusión suficiente
a las ofertas de trabajo en museos públicos?
La apreciación desde fuera se resume en la frase de “quien
tiene padrino se bautiza” y en que es prácticamente imposible encontrar trabajo
en un museo, al menos de técnico. También se habla de que las convocatorias de
empleo en los museos públicos son mínimas, en ocasiones están bajo la sospecha
de amaño y hace tiempo que no se realizan; de que, basándose en el criterio de
la mejor oferta, la asistencia se suele conceder a una empresa de servicios que
precariza el empleo; y de que la visita se deje en manos de personas sin
cualificación. Todo ello acaba convirtiendo la asistencia al museo en una mera
cuestión de procesado de usuarios. Y el caso de los museos privados no es muy
diferente, salvo por la cuestión de que el titular del museo tiene libre
capacidad de contratar y de establecer criterios de acceso profesional.
Luego está la cuestión de la rigidez que se atribuye a los empleados
públicos en los museos, cargados de años, falta de iniciativa y obsolescencia. Reconociendo que en parte es
cierto, realmente no son tantos los facultativos que hay en comparación con el
número de museos que existen, y a menudo son la única barrera que hay ante la
arbitrariedad de los políticos que van y vienen. Además, por lo general están
dedicados a cumplir una labor de custodia patrimonial de las colecciones que
hipoteca la realización de actividades más abiertas al público. La conclusión
es clara: si levantas la manta para tapar la cabeza dejas los pies al
descubierto.
Y por otra parte encontramos a una amplia y diversa
generación de profesionales, muy cualificados, que solamente pueden optar a
contrataciones temporales, formativas o de inferior categoría, cuando no se les
empuja a darse de alta como autónomos. Todo ello en una suerte de gran farsa laboral
que muchas veces termina en la nefastamente denominada “movilidad exterior” o en
el abandono de la vocación. El emperador está, efectivamente, desnudo.
Foto procedente del Portal de Museos de Castilla y León. |
El debate sobre esta estructura laboral, nada diferente a la
de otros sectores, nos revela que no sólo no están definidos los perfiles
profesionales ni está trazada de manera homogénea la formación, sino que
tampoco hay una política museística clara que apueste por definir las
plantillas de los museos, exija su concreción y observancia la a través de la
generalización de planes museológicos y códigos de buenas prácticas, y fomente
el uso de medios de colaboración y redistribución de recursos a través del
trabajo en red.
La iniciativa de un pacto concluyente y audaz sobre política
museística que delimite hacia dónde queremos llevar a nuestros museos, debe ser
encabezada por las Administraciones Públicas siguiendo criterios de
transparencia y contando con la participación de los ciudadanos y con la colaboración
de los profesionales, ya sea a nivel individual u organizados en colegios o
asociaciones.
"Colaboración originalmente redactada para la iniciativa #MuseosPro". En este enlace puedes verla, y en este otro se explica qué es #MuseosPro.
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