lunes, 22 de octubre de 2012

DEL RECORTE A LA CENSURA


El otro día fui objeto de censura. Algo de lo que oí hablar mucho de niño y que creía propio de épocas pretéritas. Últimamente se oye hablar mucho de recortes pero pensaba, ingenuamente, que se referían a otra cosa. ¿Y qué sentí? Indignación, naturalmente, y mucha pesadumbre. No tanto por la mutilación en sí que, sinceramente, no es algo que me haya sorprendido, sino porque se hizo sin consulta previa. Por la alevosía en definitiva.

Últimamente he colaborado con una revista cultural digital que pretende vitalizar el “consumo cultural” en Castilla y León a través de recomendaciones que hacen profesionales de la cultura, aunque no se descarta la participación de otras personas interesadas; por el momento al menos. En el número de septiembre-octubre de 2012 quise recomendar una lectura bien conocida, la trilogía mosquetera de Dumas, porque este verano tuve el antojo de volverla a leer y porque me pareció que podría ser interesante rescatarla del olvido.

En mi relato la idea era explicar que la literatura de siglos pasados es tan entretenida e interesante como algunas novelas actuales de éxito que tienen ambientaciones similares. Asimismo pretendía lanzar un mensaje alegre ante la crisis y animar a la gente para que lea, (aun sabiendo en mi fuero interno que entre crisis, recortes e ivas la gente trata de encontrar la literatura reciente en las bibliotecas públicas. Que para eso están por otra parte).

Pues bien, todo este propósito se vio cercenado en tosca manera por la eliminación de una breve frase de mi texto. Así, sin avisar, sin preguntar, sin darme la oportunidad de que pudiera corregir, matizar, modular, o incluso retirar el texto. Considero que era mi derecho y mi decisión, pero parece ser que las prisas y ciertas cautelas innombrables decidieron por mí. Si me cambiaron hasta el título.

No me extenderé en la cuestión. Lo más fácil es que leas a continuación mi texto, donde he destacado en rojo la frase eliminada para que juzgues por tí mismo. Si tienes deseo morboso puedes ver al tullido en este enlace.

HERRETES

¿Sabes quiénes son Planchet, Grimaud, Mosquetón y Bazin? Si no lo tienes claro seguramente te suenen más sus amos los mosqueteros D'Artagnan, Athos, Porthos y Aramis, e incluso puede que tengas recuerdo de un asunto con unos herretes, una reina, un duque y un cardenal, si bien es cierto que esa no fue su única aventura.

Pertenezco a una generación donde no había televisión durante las mañanas veraniegas, así que algunos dedicábamos ese tiempo a leer con avidez todo lo que caía en nuestras manos. Tampoco teníamos tantas bibliotecas públicas como ahora, pero yo tuve la suerte de disponer de un buen número de libros de la Enciclopedia Pulga, una colección de Ediciones G.P. que mi padre tuvo el buen tino de iniciar y en la que abundaban los clásicos de aventuras. Así que ya tenía bastante trillados a Salgari o Verne cuando cayó en mis manos la trilogía que Alejandro Dumas escribió en 1844. Los tres mosqueteros, Veinte años después y El Vizconde de Bragelonne fueron los libros que señalaron mi infancia con mayor hondura, y son muescas imprescindibles en el marcapáginas de cualquier lector que se precie.

Sé que estamos en crisis y que las bibliotecas no renuevan su fondo bibliográfico en la medida que todos desearíamos, pero no te preocupes si en la biblioteca no han adquirido la última de Alatriste. Acabo de tener el gusto estival de releer estas novelas y te las recomiendo porque en ellas encontrarás, igual que Aramis, “buenos padrinos para un duelo, amigos a toda prueba para un asunto grave y compañeros alegres para una broma”.



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